domingo, 21 de marzo de 2021

 

UN OSCURO HUÉSPED Y LA PROVIDENCIA AMOROSA DE KWAN YIN

 

Confesaré, antes de comenzar la narración de esta historia, que en varias ocasiones he ponderado si debía publicar algo tan inverosímil e inconsistente.

Deseo atenerme a los hechos acaecidos fielmente, sin falsificarlos, cosa nada fácil teniendo en cuenta las extrañas experiencias y emociones vividas.

Trataré de ser lo más discreto posible en las referencias a mis compañeros de Registros Akhásicos.

Invoco de corazón a los Seres de Luz para que me ayuden en este desempeño.

F., nuestro compañero de R. A., decidió asistir a un cursillo de “Proyección astral” porque había tenido un par de experiencias casuales y sus Guías le recomendaron acceder al mundo astral conscientemente, a voluntad, en aras de su futura “misión”.    

Cuando F. nos pormenorizó los consejos y recomendaciones recabados en el cursillo, decidí intentar el viaje astral por mi cuenta.

Supongo que me favoreció la suerte del novato.

Sin considerar apenas los requisitos aconsejados, a las cinco de la madrugada realicé el intento con una convicción y resolución inusitadas.

Realmente, había deseado e intentado experimentar el viaje astral en otras ocasiones, muchos años antes, pero nunca tan convencido de poder lograrlo.

Normalmente la posición de cuerpo supino y máxima relajación me cuesta mantenerla, pero mi mente ni se preocupó apenas de esos detalles.

Cuando me imaginaba escapando de mi cuerpo, a las bravas, experimenté un inusual estremecimiento interior, imposible de describir, que me animó a confiar en el éxito de la experiencia. (Ese estremecimiento se explica como un desprendimiento del cuerpo astral respecto del físico).

La salida de mi cuerpo no se produjo inmediatamente, tal como esperaba. Me invadió en seguida un repentino sopor y me dormí.

Entonces, sin transición consciente alguna, me vi saliendo del dormitorio por el pasillo hacia el salón.

Advertí que realmente no andaba, sino que me deslizaba como flotando, sin tocar el suelo.

Consciente de estar realizando una proyección astral, deseé ver la calle y me dirigí a nuestra balconada, sin preocuparme que estuviera cerrada la puerta de acceso en el salón. En la barandilla metálica de la balconada me detuve.

Divisé la solitaria calle en plena noche con sus tenues farolas desde nuestro segundo piso.

Mientras pensaba cómo hacer para bajar a la calle desierta, sorprendentemente, me encontré avanzando por la calle de los mercadillos medievales del pueblo, entre la gente y los puestos típicos de regalos.

Dicha calle es paralela a la mía y entre ambas pasa la avenida principal del pueblo. Yo había llegado a la calle del mercadillo como si hubiera dado un salto virtual.

En vez de fijarme en los detalles del lugar, o en la animada concurrencia festiva, me preocupé estúpidamente de mi vestimenta, al suponer que iba en pijama, aunque no me veía a mí mismo.

El viaje astral terminó en ese instante, sin nuevo salto en el astral, cayendo en un sueño profundo. (Conviene aclarar que en esas fechas no había ningún mercadillo medieval en Mutxamel, y que además rara vez permanecen abiertos más allá de la una de la madrugada).

Al despertarme la mañana siguiente, el extraño paseo nocturno se mantenía nítido en mi memoria. Se lo conté a mi mujer, que me felicitó, asegurándome que había efectuado una verdadera proyección astral y que no se trataba de un sueño.

Nuestro compañero F., también lo consideró así. Me sentí tan feliz de la vivencia, refrendada por mis compañeros de R. A., que me propuse seguir efectuando proyecciones astrales a destajo, noche tras noche.

En mi segundo intento, la noche siguiente, volví a sentir el estremecimiento precursor a la salida astral, pero la ansiedad me jugó una mala pasada. No logré relajar mi mente y mucho menos salir de mi cuerpo.

Esta y alguna otra experiencia fallida más, me dejaban un tanto agotado, con un mal despertar.

Por más que seguía los pasos y recomendaciones que había recibido, en adelante todo fueron fracasos, al tiempo que iba mermando mi confianza en volver a lograrlo.

F., que también experimentaba tensiones en sus intentos, propuso que pidiéramos consejo a los Guías y Maestros de los R. A.

Éstos nos dijeron que debíamos relajarnos mejor y no fijar la atención en el momento de la separación del cuerpo astral y el físico.

Yo seguí intentándolo, aunque cada vez con menor asiduidad.

Sin embargo, una noche vi en sueños una puerta gris, gruesa, como a un metro sobre mí. Por la posición mía y de la puerta, daba la sensación de ser la tapa de una caja mortuoria, y yo… el difunto, aunque no había caja.

Sin dudarlo un instante, me proyecté a través de la puerta sin la menor vacilación, dispuesto a alcanzar una dimensión desconocida, despreciando el riesgo a lo que pudiera encontrar.

Y, de pronto, me vi en una inmensa plaza de tierra reseca. Miré desde el centro de la plaza vacía y divisé edificios grisáceos de poca altura, como formando un amplio y lejano círculo a mi alrededor.

Me pareció un lugar típico de película del Oeste en un poblado mexicano: llano, desolado, polvoriento…

Me desperté de nuevo por la mañana con la imagen gravada en mi mente de la extraña visión nocturna.

Mis compañeros de R. A. de nuevo corroboraron que había experimentado otra proyección astral.

A mí me parecía todo demasiado evanescente e impreciso. No sabía qué pensar: por un lado estaba lo persistente de las visiones y por otro lo veleidoso e incongruente de las mismas. ¿Qué sentido tenían esas solitarias “excursiones” o visiones?

Una tarde, entretenido en el ordenador, como de costumbre, creí ver pasar a alguien a la habitación de invitados, contigua a la que yo ocupaba. Supuse que era Mónica, mi mujer.

Extrañado de que no hiciera ningún ruido ni encendiera la luz, me levanté de mi sillón y comprobé que no había nadie en dicha habitación. Perplejo, lo deje correr, pensando que lo podía haber alucinado.

Unos días después, ya olvidado el suceso, la bolita cristalina biselada de Feng Shui, suspendida del techo del pasillo ante la puerta del aseo principal con un fino cordel, osciló sin concurso de viento o contacto.

El fenómeno no era nuevo. Un año antes, mi difunta madre me alertó de igual manera para que me preocupara de mi salud y visitara al médico del ambulatorio de Mutxamel, que nos atiende a los abonados de Asisa, pues tuve picores constantes en una verruga de la espalda durante varios días seguidos.

F., mediante sucesivas preguntas basadas en mis sospechas e intuiciones, encontró la relación entre el movimiento del péndulo, mi problema con la verruga y el aviso amoroso de mi difunta madre.

Misteriosamente, los picores e irritación de la verruga en mi costado derecho desaparecieron justo antes de ir al ambulatorio. Como ya teníamos cita, fuimos de todas maneras.

La guapa doctora que nos recibió a mi mujer y a mí, diagnosticó enseguida la inocuidad de esa y de otras verrugas de mi espalda, aconsejándome que no me las operara.

No pude eludir el análisis de sangre y orina que me propinó, aprovechando la oportunidad y basándose en mi copiosa edad. Pizca de colesterol y ligero estrés hepático, lo demás bien.

Para elucidar el motivo de la oscilación de la bolita de Feng Shui en esta nueva ocasión, consulté por mi cuenta al péndulo.

Éste me aseveró, como causa del movimiento de la bola de Feng Shui, la intervención astral del espíritu de mi anciana tía Goya de 96 años, misionera franciscana del Corazón de María, que se hallaba en el convento de su congregación en Madrid.       

Consulté al péndulo si mi tía Goya acababa de morir y la respuesta fue inequívocamente sí.

Súbitamente, experimenté un acceso de pena extraordinario que me conmovió íntimamente provocándome sollozos incontenibles.

Pensaba que mi tía había tenido el detalle de venir, recién fallecida, a despedirse de mi mujer y de mí. La emoción de sentirme apreciado de esa manera tan personal, junto con la pérdida de mi tía, me desbordó completamente. En vano, intenté contenerme varias veces y controlar mis sentimientos desbocados.

Cuando Mónica me encontró apenado y lloroso en tan lamentable estado anímico, me preguntó qué me pasaba. Entre hipos y sollozos, aún más fuertes e incontrolados, logré decirle que tía Goya había muerto. Me dejó proseguir con mis sollozos y conmoción sin saber qué pensar, ni cómo ayudarme.

Tras largos e intensos minutos de descontrol emocional, logré calmarme un poco y explicar algo mejor a Mónica la causa de mi desaforado ataque de autocompasión.  

Recobrada la calma y el sentido común, al día siguiente decidí llamar por teléfono a la congregación franciscana de Madrid, interesándome por mi tía Goya. Una voz de mujer anciana me contestó al teléfono. Me dijo que mi tía no podía ponerse en ese momento. Le pregunté si Goya se encontraba bien y me dijo que sí, que me llamaría ella misma cuando terminasen los ejercicios espirituales.

La manera sencilla y natural en que me habló la monjita del convento no admitía dudas, pero yo me llegué a preguntar si no me engañaba por alguna razón oculta.

Estúpido de mí, volví a consultar al péndulo, que desvergonzadamente me dijo esta vez que el muerto era Casimiro, el compañero ex seminarista que a todos los de la “peña” nos ha regalado uno o dos cuadros pintados por él. (El de las libélulas le gustó mucho a mi amigo José Manuel).

Esta vez ya no me lo creí, pero indagué en el blog “hornachuelos63” para asegurarme. Al no encontrar nada en el blog, acabé asumiendo que el péndulo me estaba mintiendo malintencionadamente.

En la sesión de Registros subsiguiente a estos hechos, consultamos a los Hermanos de Luz quién o qué estaba detrás de las falsedades del péndulo.

La sorprendente explicación que recibimos, puede dar la impresión de que estoy inventando un relato fantástico. Para nada es así.

La sesión de R. A. funcionó con normalidad. La lectura que Mónica nos hizo de la escritura automática de la consulta, en cambio, nos sorprendió genuinamente:

Kwan Yin, la diosa china de la compasión, nos explicaba amorosamente que, efectivamente, hubo una influencia malévola actuando en mis consultas al péndulo. Un ente de otra dimensión se había colado en nuestra casa cuando yo abrí inconscientemente un portal inter dimensional, al lanzarme a través de la puerta que visualicé en la proyección astral que ya he relatado.

Mónica durante la sesión visualizó al ente, que guardaba cierta similitud con una gigantesca cucaracha erguida.

Colegí, en seguida, que la figura que vi por el rabillo del ojo pasando a la habitación de invitados, días antes, no podía ser otra cosa que el ser de otra dimensión que se había introducido en nuestra casa aprovechando la apertura del portal inter dimensional.

Kwan Yin nos manifestó que se había hecho cargo personalmente de expulsar a la entidad malévola y de cerrar el portal que yo abriera. Nos animó a no abandonar los intentos de proyección astral, recomendándonos que la invocáramos previamente para que estuviéramos protegidos en cada salida astral. Además nos dio nuevos consejos, muy específicos, (respiraciones profundas para relajarnos mejor y visualización del cordón de plata umbilical), para consumar nuestros intentos.

Aunque sigo intentando, a veces agotadoramente, realizar nuevas proyecciones astrales, sin olvidarme de invocar la protección de Kwan Yin, no he logrado ninguna nueva salida astral. Algún sueño extraño sí tuve, pero se consumió su recuerdo completamente sin dejar rastro.

Cuando relaté resumidamente esta historia a mi hermana Maribel, casi se echa a reír.

-La proyección astral ha sido para mí lo más sencillo del mundo. Al notar cómo mi astral abandonaba el cuerpo por un costado y hacia arriba, sentía miedo y abortaba la experiencia. Me ocurría cuando, al dormirme, imaginaba un paraje maravilloso con el que quería soñar.

-¿En qué posición estabas?

-Tumbada sobre mi espalda, que es como yo me suelo dormir.

En otra sesión de R. A. preguntamos a Kwan Yin cómo consultar el péndulo con garantías. Nos dijo que las últimas consultas habían sido correctas, pero que podíamos invocarla siempre que tuviéramos dudas, o hacer tres veces la pregunta al péndulo “¿es verdadera esta respuesta?”, ya que los seres de la luz oscura no tienen permiso para mentir cuando son inquiridos por tercera vez sobre el mismo asunto.

Ah, por cierto, mi tía Goya se olvidó de llamarme por teléfono, pero no olvidó enviarnos a Mónica y a mí su felicitación apostólica navideña, rebosante de jerga católica, como viene haciendo desde pretéritas navidades.

¿Os preguntáis si he tirado la toalla, o sigo intentando hacer viajes astrales?

Como yo mismo no sabía qué hacer al respecto, le pregunté al péndulo si alguna vez conseguiría volver al astral en una proyección consciente y me dijo que…

3 comentarios:

  1. Un relato exotérico que narras como si tealmente lo hubieras vivido . Espero saber qué te dijo el péndulo amigo Pedro

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  2. La historia es auténtica. La he relatado tras consultar al péndulo si debía escribirla y porteriormente si podía editarla en el blog. Durante un mes el péndulo me desaconsejo publicarla.
    En cuanto a lo que me dijo el péndulo aún no le he preguntado si debo desvelarlo o no. Ya veremos.
    Gracias, Fernando, por tu amable comentario.

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