UN OSCURO HUÉSPED Y LA PROVIDENCIA
AMOROSA DE KWAN YIN
Confesaré, antes de comenzar la narración de esta
historia, que en varias ocasiones he ponderado si debía publicar algo tan
inverosímil e inconsistente.
Deseo atenerme a los hechos acaecidos fielmente, sin
falsificarlos, cosa nada fácil teniendo en cuenta las extrañas experiencias y
emociones vividas.
Trataré de ser lo más discreto posible en las
referencias a mis compañeros de Registros Akhásicos.
Invoco de corazón a los Seres de Luz para que me
ayuden en este desempeño.
F., nuestro compañero de R. A., decidió asistir a un
cursillo de “Proyección astral” porque había tenido un par de experiencias
casuales y sus Guías le recomendaron acceder al mundo astral conscientemente, a
voluntad, en aras de su futura “misión”.
Cuando F. nos pormenorizó los consejos y
recomendaciones recabados en el cursillo, decidí intentar el viaje astral por
mi cuenta.
Supongo que me favoreció la suerte del novato.
Sin considerar apenas los requisitos aconsejados, a
las cinco de la madrugada realicé el intento con una convicción y resolución
inusitadas.
Realmente, había deseado e intentado experimentar el
viaje astral en otras ocasiones, muchos años antes, pero nunca tan convencido
de poder lograrlo.
Normalmente la posición de cuerpo supino y máxima
relajación me cuesta mantenerla, pero mi mente ni se preocupó apenas de esos
detalles.
Cuando me imaginaba escapando de mi cuerpo, a las
bravas, experimenté un inusual estremecimiento interior, imposible de
describir, que me animó a confiar en el éxito de la experiencia. (Ese
estremecimiento se explica como un desprendimiento del cuerpo astral respecto
del físico).
La salida de mi cuerpo no se produjo inmediatamente,
tal como esperaba. Me invadió en seguida un repentino sopor y me dormí.
Entonces, sin transición consciente alguna, me vi
saliendo del dormitorio por el pasillo hacia el salón.
Advertí que realmente no andaba, sino que me deslizaba
como flotando, sin tocar el suelo.
Consciente de estar realizando una proyección astral,
deseé ver la calle y me dirigí a nuestra balconada, sin preocuparme que
estuviera cerrada la puerta de acceso en el salón. En la barandilla metálica de
la balconada me detuve.
Divisé la solitaria calle en plena noche con sus
tenues farolas desde nuestro segundo piso.
Mientras pensaba cómo hacer para bajar a la calle
desierta, sorprendentemente, me encontré avanzando por la calle de los
mercadillos medievales del pueblo, entre la gente y los puestos típicos de regalos.
Dicha calle es paralela a la mía y entre ambas pasa la
avenida principal del pueblo. Yo había llegado a la calle del mercadillo como
si hubiera dado un salto virtual.
En vez de fijarme en los detalles del lugar, o en la
animada concurrencia festiva, me preocupé estúpidamente de mi vestimenta, al
suponer que iba en pijama, aunque no me veía a mí mismo.
El viaje astral terminó en ese instante, sin nuevo
salto en el astral, cayendo en un sueño profundo. (Conviene aclarar que en esas
fechas no había ningún mercadillo medieval en Mutxamel, y que además rara vez
permanecen abiertos más allá de la una de la madrugada).
Al despertarme la mañana siguiente, el extraño paseo
nocturno se mantenía nítido en mi memoria. Se lo conté a mi mujer, que me
felicitó, asegurándome que había efectuado una verdadera proyección astral y
que no se trataba de un sueño.
Nuestro compañero F., también lo consideró así. Me
sentí tan feliz de la vivencia, refrendada por mis compañeros de R. A., que me
propuse seguir efectuando proyecciones astrales a destajo, noche tras noche.
En mi segundo intento, la noche siguiente, volví a
sentir el estremecimiento precursor a la salida astral, pero la ansiedad me
jugó una mala pasada. No logré relajar mi mente y mucho menos salir de mi
cuerpo.
Esta y alguna otra experiencia fallida más, me dejaban
un tanto agotado, con un mal despertar.
Por más que seguía los pasos y recomendaciones que
había recibido, en adelante todo fueron fracasos, al tiempo que iba mermando mi
confianza en volver a lograrlo.
F., que también experimentaba tensiones en sus
intentos, propuso que pidiéramos consejo a los Guías y Maestros de los R. A.
Éstos nos dijeron que debíamos relajarnos mejor y no
fijar la atención en el momento de la separación del cuerpo astral y el físico.
Yo seguí intentándolo, aunque cada vez con menor
asiduidad.
Sin embargo, una noche vi en sueños una puerta gris,
gruesa, como a un metro sobre mí. Por la posición mía y de la puerta, daba la
sensación de ser la tapa de una caja mortuoria, y yo… el difunto, aunque no
había caja.
Sin dudarlo un instante, me proyecté a través de la
puerta sin la menor vacilación, dispuesto a alcanzar una dimensión desconocida,
despreciando el riesgo a lo que pudiera encontrar.
Y, de pronto, me vi en una inmensa plaza de tierra
reseca. Miré desde el centro de la plaza vacía y divisé edificios grisáceos de
poca altura, como formando un amplio y lejano círculo a mi alrededor.
Me pareció un lugar típico de película del Oeste en un
poblado mexicano: llano, desolado, polvoriento…
Me desperté de nuevo por la mañana con la imagen
gravada en mi mente de la extraña visión nocturna.
Mis compañeros de R. A. de nuevo corroboraron que
había experimentado otra proyección astral.
A mí me parecía todo demasiado evanescente e
impreciso. No sabía qué pensar: por un lado estaba lo persistente de las
visiones y por otro lo veleidoso e incongruente de las mismas. ¿Qué sentido
tenían esas solitarias “excursiones” o visiones?
Una tarde, entretenido en el ordenador, como de
costumbre, creí ver pasar a alguien a la habitación de invitados, contigua a la
que yo ocupaba. Supuse que era Mónica, mi mujer.
Extrañado de que no hiciera ningún ruido ni encendiera
la luz, me levanté de mi sillón y comprobé que no había nadie en dicha
habitación. Perplejo, lo deje correr, pensando que lo podía haber alucinado.
Unos días después, ya olvidado el suceso, la bolita
cristalina biselada de Feng Shui, suspendida del techo del pasillo ante la
puerta del aseo principal con un fino cordel, osciló sin concurso de viento o
contacto.
El fenómeno no era nuevo. Un año antes, mi difunta
madre me alertó de igual manera para que me preocupara de mi salud y visitara
al médico del ambulatorio de Mutxamel, que nos atiende a los abonados de Asisa,
pues tuve picores constantes en una verruga de la espalda durante varios días
seguidos.
F., mediante sucesivas preguntas basadas en mis
sospechas e intuiciones, encontró la relación entre el movimiento del péndulo,
mi problema con la verruga y el aviso amoroso de mi difunta madre.
Misteriosamente, los picores e irritación de la
verruga en mi costado derecho desaparecieron justo antes de ir al ambulatorio.
Como ya teníamos cita, fuimos de todas maneras.
La guapa doctora que nos recibió a mi mujer y a mí,
diagnosticó enseguida la inocuidad de esa y de otras verrugas de mi espalda,
aconsejándome que no me las operara.
No pude eludir el análisis de sangre y orina que me
propinó, aprovechando la oportunidad y basándose en mi copiosa edad. Pizca de
colesterol y ligero estrés hepático, lo demás bien.
Para elucidar el motivo de la oscilación de la bolita
de Feng Shui en esta nueva ocasión, consulté por mi cuenta al péndulo.
Éste me aseveró, como causa del movimiento de la bola
de Feng Shui, la intervención astral del espíritu de mi anciana tía Goya de 96
años, misionera franciscana del Corazón de María, que se hallaba en el convento
de su congregación en Madrid.
Consulté al péndulo si mi tía Goya acababa de morir y
la respuesta fue inequívocamente sí.
Súbitamente, experimenté un acceso de pena extraordinario
que me conmovió íntimamente provocándome sollozos incontenibles.
Pensaba que mi tía había tenido el detalle de venir,
recién fallecida, a despedirse de mi mujer y de mí. La emoción de sentirme
apreciado de esa manera tan personal, junto con la pérdida de mi tía, me
desbordó completamente. En vano, intenté contenerme varias veces y controlar
mis sentimientos desbocados.
Cuando Mónica me encontró apenado y lloroso en tan
lamentable estado anímico, me preguntó qué me pasaba. Entre hipos y sollozos,
aún más fuertes e incontrolados, logré decirle que tía Goya había muerto. Me
dejó proseguir con mis sollozos y conmoción sin saber qué pensar, ni cómo
ayudarme.
Tras largos e intensos minutos de descontrol
emocional, logré calmarme un poco y explicar algo mejor a Mónica la causa de mi
desaforado ataque de autocompasión.
Recobrada la calma y el sentido común, al día
siguiente decidí llamar por teléfono a la congregación franciscana de Madrid,
interesándome por mi tía Goya. Una voz de mujer anciana me contestó al
teléfono. Me dijo que mi tía no podía ponerse en ese momento. Le pregunté si
Goya se encontraba bien y me dijo que sí, que me llamaría ella misma cuando
terminasen los ejercicios espirituales.
La manera sencilla y natural en que me habló la
monjita del convento no admitía dudas, pero yo me llegué a preguntar si no me
engañaba por alguna razón oculta.
Estúpido de mí, volví a consultar al péndulo, que
desvergonzadamente me dijo esta vez que el muerto era Casimiro, el compañero ex
seminarista que a todos los de la “peña” nos ha regalado uno o dos cuadros
pintados por él. (El de las libélulas le gustó mucho a mi amigo José Manuel).
Esta vez ya no me lo creí, pero indagué en el blog
“hornachuelos63” para asegurarme. Al no encontrar nada en el blog, acabé
asumiendo que el péndulo me estaba mintiendo malintencionadamente.
En la sesión de Registros subsiguiente a estos hechos,
consultamos a los Hermanos de Luz quién o qué estaba detrás de las falsedades
del péndulo.
La sorprendente explicación que recibimos, puede dar
la impresión de que estoy inventando un relato fantástico. Para nada es así.
La sesión de R. A. funcionó con normalidad. La lectura
que Mónica nos hizo de la escritura automática de la consulta, en cambio, nos
sorprendió genuinamente:
Kwan Yin, la diosa china de la compasión, nos
explicaba amorosamente que, efectivamente, hubo una influencia malévola
actuando en mis consultas al péndulo. Un ente de otra dimensión se había colado
en nuestra casa cuando yo abrí inconscientemente un portal inter dimensional,
al lanzarme a través de la puerta que visualicé en la proyección astral que ya
he relatado.
Mónica durante la sesión visualizó al ente, que
guardaba cierta similitud con una gigantesca cucaracha erguida.
Colegí, en seguida, que la figura que vi por el
rabillo del ojo pasando a la habitación de invitados, días antes, no podía ser
otra cosa que el ser de otra dimensión que se había introducido en nuestra casa
aprovechando la apertura del portal inter dimensional.
Kwan Yin nos manifestó que se había hecho cargo
personalmente de expulsar a la entidad malévola y de cerrar el portal que yo
abriera. Nos animó a no abandonar los intentos de proyección astral,
recomendándonos que la invocáramos previamente para que estuviéramos protegidos
en cada salida astral. Además nos dio nuevos consejos, muy específicos,
(respiraciones profundas para relajarnos mejor y visualización del cordón de plata
umbilical), para consumar nuestros intentos.
Aunque sigo intentando, a veces agotadoramente,
realizar nuevas proyecciones astrales, sin olvidarme de invocar la protección
de Kwan Yin, no he logrado ninguna nueva salida astral. Algún sueño extraño sí
tuve, pero se consumió su recuerdo completamente sin dejar rastro.
Cuando relaté resumidamente esta historia a mi hermana
Maribel, casi se echa a reír.
-La proyección astral ha sido para mí lo más sencillo
del mundo. Al notar cómo mi astral abandonaba el cuerpo por un costado y hacia
arriba, sentía miedo y abortaba la experiencia. Me ocurría cuando, al dormirme,
imaginaba un paraje maravilloso con el que quería soñar.
-¿En qué posición estabas?
-Tumbada sobre mi espalda, que es como yo me suelo
dormir.
En otra sesión de R. A. preguntamos a Kwan Yin cómo
consultar el péndulo con garantías. Nos dijo que las últimas consultas habían
sido correctas, pero que podíamos invocarla siempre que tuviéramos dudas, o
hacer tres veces la pregunta al péndulo “¿es verdadera esta respuesta?”, ya que
los seres de la luz oscura no tienen permiso para mentir cuando son inquiridos
por tercera vez sobre el mismo asunto.
Ah, por cierto, mi tía Goya se olvidó de llamarme por
teléfono, pero no olvidó enviarnos a Mónica y a mí su felicitación apostólica
navideña, rebosante de jerga católica, como viene haciendo desde pretéritas
navidades.
¿Os preguntáis si he tirado la toalla, o sigo
intentando hacer viajes astrales?
Como yo mismo no sabía qué hacer al respecto, le
pregunté al péndulo si alguna vez conseguiría volver al astral en una
proyección consciente y me dijo que…