EL
LENTO DESPERTAR
Estoy leyendo
“Voces de Chernóbil” de Svetlana Alexiévich. De sus 406 páginas aún me faltan 80 para terminarlo.
Hace varios
meses dejé de leerlo, al poco de comenzar su lectura, porque desde los primeros
testimonios se me rompía el corazón y casi me ahogaba a causa de los
sentimientos desbordados que me producían los relatos de incomprensión, impotencia y muerte en primera persona.
Lo vengo
leyendo de uvas a peras, intercalando otras lecturas, como la de “Caballos
desbocados” de Yukio Mishima o “El despertar del León” de David Icke.
Me tomo mi
tiempo por lo duro que es asimilar la historia desgarradora, con su estela de
desgracias y muerte, que sembró la explosión del cuarto reactor nuclear de la central
atómica de Chernóbil el 26 de abril de 1986. (La ciudad de Pripyat está más cerca de la central que la de Chernóbil pero la central nuclear se denomina Vladimir Ilich Lenin de Chernóbil. El espacio de exclusión, de 30 Km. alrededor de la central nuclear, contiene a ambas poblaciones y algunas más. Se mantiene oficialmente deshabitado aunque se puede visitar de forma controlada).
Un par de
meses después de la explosión, visitamos la Unión Soviética de Gorbachov un par
de amigos y yo, en un grupo organizado y patrocinado por el Partido Comunista de España,
durante 16 días. Estuvimos en Moscú, Odessa, Kiev, Járkov y Leningrado. Mi
amigo Toro comentaba que estábamos comiendo pollos irradiados durante nuestra estancia en Kiev.
Yo no entendía su comentario “chistoso” porque la noticia del
terrible accidente nuclear ya ni se comentaba. Estábamos, entonces, a tan sólo 94 km. del lugar devastado
y el amigo Toro no estaba contando un chiste malo.
El drama terrible que estaban viviendo los soviéticos, pese a nuestra dilatada estancia “correteando” por sus mejores ciudades, ni siquiera lo llegué a sospechar.
En uno de
los monólogos, pág. 312 del libro que nos ocupa, se relata la incredulidad de
un grupo de amigos, maestros y médicos, cuando una madre les pide a las demás
que se vayan de allí y salven a sus hijos, como proyecta hacer ella misma.
“Y todos los
que estábamos allí, incluida yo, teníamos la sensación de que mi amiga nos
contagiaba su alarma. Nos privaba del equilibrio. De la
confianza hacia todo aquello en que estábamos acostumbrados a confiar.
Había que esperar a que dijeran algo. Pero ella era médico y sabía más. “¡No
sois capaces de proteger a vuestros propios hijos! ¿Que nadie os amenaza? Entonces,
¿por qué tenéis miedo?”.
“Cómo la
odiamos en aquel momento. Nos había estropeado la velada. ¿Me explico con
claridad? No sólo nos engañaban las autoridades,
tampoco nosotros queríamos saber la verdad. En algún lugar… En lo más
hondo de nuestro subconsciente… Ahora, claro está, nos resulta más agradable
reñir a Gorbachov. Echar la culpa a los comunistas. Ellos eran los culpables, y
nosotros los buenos. Las víctimas”.
“Aquella
mujer se marchó al día siguiente. Nosotros, en cambio, vestimos de gala a
nuestros hijos y los llevamos a la manifestación del Primero de Mayo. Tanto
podíamos haber ido como no. En nuestra mano estaba el elegir. Nadie nos
obligaba, nadie nos lo exigía. Pero nosotros creímos que era nuestro deber.
¡Cómo iba a ser de otro modo! En aquellos tiempos, para
aquella fiesta, todos teníamos que estar juntos. Salimos a la calle, con
la muchedumbre”.
“En la
tribuna se encontraban todos los secretarios del Comité de Distrito, y junto al
primer secretario, su hija pequeña; la colocaron en un lugar bien visible. La
niña llevaba una capa con capucha, aunque brillaba el sol; y el padre, capote
militar de campaña. Pero allí estaban. Eso lo recuerdo”.
“No sólo se ha “contaminado” nuestra tierra, sino también
nuestra conciencia. Y también por muchos años”…
Obviamente,
no voy a trascribir todo el capítulo; quien quiera saber más que adquiera un
ejemplar del libro. (Cuesta 10 euros y está perfectamente encuadernado en tapa
dura).
-¿Y a qué coño nos vienes con esta historia?
Leyendo el
libro se me han saltado las lágrimas varias veces, pero en estos párrafos, aquí
seleccionados, lo que me ha impactado no ha sido el dolor ante la trágica
adversidad, sino la comprensión del condicionamiento mental de nuestras creencias cuando la realidad cambia, hasta el punto de no querer saber
la verdad.
Es evidente
que nos cuesta un mundo salir de nuestra zona de confort. Nos resulta
preferible ignorar los hechos y creer a nuestras autoridades, que SIEMPRE
tienen como primer objetivo salvar su culo y sus miserables tinglados farisaicos, por lo
que mienten a la ciudadanía y traicionan la Constitución sin la menor vergüenza, y sin
preocuparse de la miseria, ruina y muerte que provocan con su ambición bastarda.
El Chernóbil
de la Plandemia ha destruido el estatus de confianza que estábamos recobrando
tras la crisis de los créditos bancarios del 2008. Dos maniobras sionistas para
enriquecer más a los ricos y empobrecer a los pobres, amén de eliminar
población humana y controlarnos a todos con la tecno-farmafia y la guerra mental.
¿Tampoco lo
queremos ver? ¿Cuándo nos decidiremos a abrir los ojos de la mente consciente?
¿Dejaremos algún día de creer en Papá Noël, en sus confinamientos, pinchazos inmundos
y pasaportes infames? Con un poco de suerte tan sólo necesitaremos 20 años más,
con un poco de suerte…
Este buen hombre analiza los resultados de vacunación con la Pfizer, comparando los muertos tratados con el placebo con los "vacunados" con la pócima.
Delante de nuestras narices, en todo el globo terrestre, incesantes e imparables todos estos agentes mortíferos son promovidos por NUESTROS GOBIERNOS a las órdenes del capital sionista y masón cuyo culto espiritual es el Satanismo.
La luz solar produce reflejos metálicos de colores en este chemtrail