sábado, 29 de octubre de 2022

 

EL LENTO DESPERTAR

 

Estoy leyendo “Voces de Chernóbil” de Svetlana Alexiévich. De sus 406 páginas aún me faltan 80 para terminarlo.  

Hace varios meses dejé de leerlo, al poco de comenzar su lectura, porque desde los primeros testimonios se me rompía el corazón y casi me ahogaba a causa de los sentimientos desbordados que me producían los relatos de incomprensión, impotencia y muerte en primera persona.

Lo vengo leyendo de uvas a peras, intercalando otras lecturas, como la de “Caballos desbocados” de Yukio Mishima o “El despertar del León” de David Icke.

Me tomo mi tiempo por lo duro que es asimilar la historia desgarradora, con su estela de desgracias y muerte, que sembró la explosión del cuarto reactor nuclear de la central atómica de Chernóbil el 26 de abril de 1986. (La ciudad de Pripyat está más cerca de la central que la de Chernóbil pero la central nuclear se denomina Vladimir Ilich Lenin de Chernóbil. El espacio de exclusión, de 30 Km. alrededor de la central nuclear, contiene a ambas poblaciones y algunas más. Se mantiene oficialmente deshabitado aunque se puede visitar de forma controlada).

Un par de meses después de la explosión, visitamos la Unión Soviética de Gorbachov un par de amigos y yo, en un grupo organizado y patrocinado por el Partido Comunista de España, durante 16 días. Estuvimos en Moscú, Odessa, Kiev, Járkov y Leningrado. Mi amigo Toro comentaba que estábamos comiendo pollos irradiados durante nuestra estancia en Kiev. Yo no entendía su comentario “chistoso” porque la noticia del terrible accidente nuclear ya ni se comentaba. Estábamos, entonces, a tan sólo 94 km. del lugar devastado y el amigo Toro no estaba contando un chiste malo.

El drama terrible que estaban viviendo los soviéticos, pese a nuestra dilatada estancia “correteando” por sus mejores ciudades, ni siquiera lo llegué a sospechar.

                                                                                           

En uno de los monólogos, pág. 312 del libro que nos ocupa, se relata la incredulidad de un grupo de amigos, maestros y médicos, cuando una madre les pide a las demás que se vayan de allí y salven a sus hijos, como proyecta hacer ella misma.

“Y todos los que estábamos allí, incluida yo, teníamos la sensación de que mi amiga nos contagiaba su alarma. Nos privaba del equilibrio. De la confianza hacia todo aquello en que estábamos acostumbrados a confiar. Había que esperar a que dijeran algo. Pero ella era médico y sabía más. “¡No sois capaces de proteger a vuestros propios hijos! ¿Que nadie os amenaza? Entonces, ¿por qué tenéis miedo?”.

“Cómo la odiamos en aquel momento. Nos había estropeado la velada. ¿Me explico con claridad? No sólo nos engañaban las autoridades, tampoco nosotros queríamos saber la verdad. En algún lugar… En lo más hondo de nuestro subconsciente… Ahora, claro está, nos resulta más agradable reñir a Gorbachov. Echar la culpa a los comunistas. Ellos eran los culpables, y nosotros los buenos. Las víctimas”.

“Aquella mujer se marchó al día siguiente. Nosotros, en cambio, vestimos de gala a nuestros hijos y los llevamos a la manifestación del Primero de Mayo. Tanto podíamos haber ido como no. En nuestra mano estaba el elegir. Nadie nos obligaba, nadie nos lo exigía. Pero nosotros creímos que era nuestro deber. ¡Cómo iba a ser de otro modo! En aquellos tiempos, para aquella fiesta, todos teníamos que estar juntos. Salimos a la calle, con la muchedumbre”.

“En la tribuna se encontraban todos los secretarios del Comité de Distrito, y junto al primer secretario, su hija pequeña; la colocaron en un lugar bien visible. La niña llevaba una capa con capucha, aunque brillaba el sol; y el padre, capote militar de campaña. Pero allí estaban. Eso lo recuerdo”.

No sólo se ha “contaminado” nuestra tierra, sino también nuestra conciencia. Y también por muchos años”…

 

Obviamente, no voy a trascribir todo el capítulo; quien quiera saber más que adquiera un ejemplar del libro. (Cuesta 10 euros y está perfectamente encuadernado en tapa dura).

 -¿Y a qué coño nos vienes con esta historia?

Leyendo el libro se me han saltado las lágrimas varias veces, pero en estos párrafos, aquí seleccionados, lo que me ha impactado no ha sido el dolor ante la trágica adversidad, sino la comprensión del condicionamiento mental de nuestras creencias cuando la realidad cambia, hasta el punto de no querer saber la verdad.

Es evidente que nos cuesta un mundo salir de nuestra zona de confort. Nos resulta preferible ignorar los hechos y creer a nuestras autoridades, que SIEMPRE tienen como primer objetivo salvar su culo y sus miserables tinglados farisaicos, por lo que mienten a la ciudadanía y traicionan la Constitución sin la menor vergüenza, y sin preocuparse de la miseria, ruina y muerte que provocan con su ambición bastarda.

El Chernóbil de la Plandemia ha destruido el estatus de confianza que estábamos recobrando tras la crisis de los créditos bancarios del 2008. Dos maniobras sionistas para enriquecer más a los ricos y empobrecer a los pobres, amén de eliminar población humana y controlarnos a todos con la tecno-farmafia y la guerra mental. 

¿Tampoco lo queremos ver? ¿Cuándo nos decidiremos a abrir los ojos de la mente consciente? ¿Dejaremos algún día de creer en Papá Noël, en sus confinamientos, pinchazos inmundos y pasaportes infames? Con un poco de suerte tan sólo necesitaremos 20 años más, con un poco de suerte…



Este buen hombre analiza los resultados de vacunación con la Pfizer, comparando los muertos tratados con el placebo con los "vacunados" con la pócima.








"Vacunas" falsas que matan, Chemtrails vertidos por aviones militares, energías electro-magnéticas en forma de radiaciones de microondas perniciosas... nos están llevando a los paraísos de la enfermedad y la tumba. 

Delante de nuestras narices, en todo el globo terrestre, incesantes e imparables todos estos agentes mortíferos son promovidos por NUESTROS GOBIERNOS a las órdenes del capital sionista y masón cuyo culto espiritual es el Satanismo.


 





















La luz solar produce reflejos metálicos de colores en este chemtrail




































Los criminales que infectan el aire con metales tóxicos no te explicarán NUNCA por qué lo hacen, pero te pedirán tu voto para continuar con tu extinción y la de tus conciudadanos.

Estamos viviendo la era más vil de la historia, en parte porque estamos atontados tragando la mierda programada de los informativos sin querer creer en el ataque silencioso de NUESTROS GOBIERNOS, programado para diezmarnos y empobrecernos si logramos sobrevivir.

"Yo no sé muchas cosas, es verdad, digo tan sólo lo que he visto"  León Felipe


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