CRÓNICAS DE LA
HUMANIDAD PLANDÉMICA
UNA MUJER DE
REFERENCIAS
Salió a
comprar verduras y pescado en el Mercado Central. Llevaba reglamentariamente su
pandemio extendido entre los ojos y el cuello. Ya se había habituado a la vida
pública colonizada por las mascarillas, obligatorias a partir de los seis años.
Un hombre
maduro salió del Mercado con sus bolsas ya provistas de alimentos, sin
tapabocas de ninguna clase, con absoluta naturalidad.
Ella le miró
extrañada y él le devolvió una mirada similar.
La mujer
dudó mientras el hombre se alejaba y finalmente resolvió volver a casa sin
hacer la compra.
Puso la tele
y zapeó todos los canales para averiguar si ya se había terminado la Plandemia
y por vivir sola no se había enterado.
EL RESCATE. AÑO 2027
Aquel alienígena
pisó la Tierra pensando que su misión sería fácil.
Debía
concienciar a los humanos que seguir utilizando masivamente el pandemio estaba
causando enfermedades pulmonares y sanguíneas innecesarias.
Habló con
altos cargos que movieron la cabeza fastidiados por la intromisión.
¡Venirles
con esa tontería precisamente cuando los negocios farmacéuticos estaban
arrojando fabulosos ingresos y por tanto jugosos impuestos al erario público!
Habló con la
gente corriente, sencilla, con la clase media, con estudiantes y comerciantes…
Desilusionado
regresó a su planeta y reportó:
-Los seres
humanos son muy brutos. Creen que más allá del PANDEMIO no existe salvación.
LAS VACUNACIONES
Una parte de
la población recelaba de los beneficios de las vacunas contra un virus
desconocido, con semejanzas al VIH del sida y con algunos efectos parecidos al
virus de la gripe.
El alarmismo,
basado en los terroríficos contagios de ese nuevo virus, se mantenía vivo desde
los medios de comunicación, presionados por los gobiernos y por los dueños de los
grandes trusts de comunicación.
Entonces, la
vacunación global surgió de la caja de Pandora como único remedio salvífico,
tras recibir elogios sin parangón desde todos los ámbitos sociales, mientras
Pasteur desde el infierno reía a carcajadas.
Pero los
efectos secundarios, algunos mortíferos, estaban disuadiendo a muchos de
vacunarse, atrapados entre el miedo a los contagios y el miedo a unas vacunas
experimentales que no parecían tan eficaces ni tan inocuas como afirmaba la
propaganda gubernamental.
El gobierno
y los medios de comunicación, entonces, emprendieron una campaña en la que los
caretos televisivos más conocidos de locutores, artistas y famosillos recomendaron
la vacunación abiertamente a cara descubierta, de corazón a corazón.
No hubo
debates de especialistas virólogos sobre el tema, ni expresaron libremente sus
opiniones los diversos miembros del estamento sanitario. Y las declaraciones de
expertos en radiaciones de electromagnetismo siguieron brillando rabiosamente
por su ausencia…
Este cuento,
(que nada tiene que ver con la realidad, evidentemente), debería tener un
final, aunque no fuera feliz.
Lamentablemente
el relato me sobrepasa y me pregunto para qué me invento una historia como ésta
que no sé terminar.
(...continuará...)
Amigo Pedro, cada cual desde su parecer tratamos de digerir este virus pandémico, que nos ha tocado vivir.
ResponderEliminarDesde los Neandertales, el ser humano va evolucionando como si fuera un barco cruzando el océano de la vida, cuando se empezó a repartir boletos entre las diferentes especies animales y vegetales.
Y aquí estamos tan ricamente hoy con el móvil en la mano, hablando como si supiéramos algo de lo que ocurre delante de nuestras narices.
Un abrazo.
Juan, yo no soy quién para decir si el virus existe, si es esto o es aquello.
ResponderEliminarPero lo que quiera que sea está causando daño a todos los niveles, más allá de lo que corresponde a un supuesto virus abusón.
Según leo y me informo, el problema real supera los límites de la materia física e implica a las esferas emocional y espiritual humanas.
Al estar prácticamente desconectados de la realidad espiritual, no comprendemos la magnitud de la situación-prueba que nos espolea y acometemos soluciones desde una óptica equivocada.
Siempre muchas gracias por tus interesantes opiniones.
Un abrazo, amigo.
Estamos en la Tierra para algo más necesario cósmicamente que comer y beber, poseer y presumir.
Muy cierto amigo Pedro algo más que sobrevivir, de lo contrario no sabríamos leer ni escribir ni conducir coches o aviones.
EliminarUn abrazo
Me has jodido, Juan. Yo todavía no sé conducir aviones, y eso que ya tengo una edad como para haberme sacado el carnet de piloto.
ResponderEliminarEs broma.
Estamos atrapados en la Tierra (Semillas estelares. El desafío de ser humano - Claudia González de Vicenzo) y el único libre albedrío que tenemos es la atención, según leo en el libro. Así que no es momento para dormitar. ¡Obre els ulls, nena! que le decía su abuela a mi mujer.
Me he ido del tema. Pero ya que estamos te diré que todos tenemos una misión en este mundo de acompañar, arreglar o mejorar las cosas.
Se me olvidaba, este libro de Claudia y el siguiente que ha publicado este mismo año, son... no encuentro la palabra. Hay que leerlos.