viernes, 16 de abril de 2021

 

CRÓNICAS DE LA HUMANIDAD PLANDÉMICA

 

UNA MUJER DE REFERENCIAS

Salió a comprar verduras y pescado en el Mercado Central. Llevaba reglamentariamente su pandemio extendido entre los ojos y el cuello. Ya se había habituado a la vida pública colonizada por las mascarillas, obligatorias a partir de los seis años.

Un hombre maduro salió del Mercado con sus bolsas ya provistas de alimentos, sin tapabocas de ninguna clase, con absoluta naturalidad.

Ella le miró extrañada y él le devolvió una mirada similar.

La mujer dudó mientras el hombre se alejaba y finalmente resolvió volver a casa sin hacer la compra.

Puso la tele y zapeó todos los canales para averiguar si ya se había terminado la Plandemia y por vivir sola no se había enterado.

 

EL RESCATE. AÑO 2027

Aquel alienígena pisó la Tierra pensando que su misión sería fácil.

Debía concienciar a los humanos que seguir utilizando masivamente el pandemio estaba causando enfermedades pulmonares y sanguíneas innecesarias.

Habló con altos cargos que movieron la cabeza fastidiados por la intromisión.

¡Venirles con esa tontería precisamente cuando los negocios farmacéuticos estaban arrojando fabulosos ingresos y por tanto jugosos impuestos al erario público!

Habló con la gente corriente, sencilla, con la clase media, con estudiantes y comerciantes…

Desilusionado regresó a su planeta y reportó:

-Los seres humanos son muy brutos. Creen que más allá del PANDEMIO no existe salvación.

 

LAS VACUNACIONES

Una parte de la población recelaba de los beneficios de las vacunas contra un virus desconocido, con semejanzas al VIH del sida y con algunos efectos parecidos al virus de la gripe.

El alarmismo, basado en los terroríficos contagios de ese nuevo virus, se mantenía vivo desde los medios de comunicación, presionados por los gobiernos y por los dueños de los grandes trusts de comunicación.

Entonces, la vacunación global surgió de la caja de Pandora como único remedio salvífico, tras recibir elogios sin parangón desde todos los ámbitos sociales, mientras Pasteur desde el infierno reía a carcajadas.

Pero los efectos secundarios, algunos mortíferos, estaban disuadiendo a muchos de vacunarse, atrapados entre el miedo a los contagios y el miedo a unas vacunas experimentales que no parecían tan eficaces ni tan inocuas como afirmaba la propaganda gubernamental.

El gobierno y los medios de comunicación, entonces, emprendieron una campaña en la que los caretos televisivos más conocidos de locutores, artistas y famosillos recomendaron la vacunación abiertamente a cara descubierta, de corazón a corazón.

No hubo debates de especialistas virólogos sobre el tema, ni expresaron libremente sus opiniones los diversos miembros del estamento sanitario. Y las declaraciones de expertos en radiaciones de electromagnetismo siguieron brillando rabiosamente por su ausencia…

Este cuento, (que nada tiene que ver con la realidad, evidentemente), debería tener un final, aunque no fuera feliz.

Lamentablemente el relato me sobrepasa y me pregunto para qué me invento una historia como ésta que no sé terminar.

                                                                                     (...continuará...)

4 comentarios:

  1. Amigo Pedro, cada cual desde su parecer tratamos de digerir este virus pandémico, que nos ha tocado vivir.
    Desde los Neandertales, el ser humano va evolucionando como si fuera un barco cruzando el océano de la vida, cuando se empezó a repartir boletos entre las diferentes especies animales y vegetales.
    Y aquí estamos tan ricamente hoy con el móvil en la mano, hablando como si supiéramos algo de lo que ocurre delante de nuestras narices.
    Un abrazo.

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  2. Juan, yo no soy quién para decir si el virus existe, si es esto o es aquello.
    Pero lo que quiera que sea está causando daño a todos los niveles, más allá de lo que corresponde a un supuesto virus abusón.
    Según leo y me informo, el problema real supera los límites de la materia física e implica a las esferas emocional y espiritual humanas.
    Al estar prácticamente desconectados de la realidad espiritual, no comprendemos la magnitud de la situación-prueba que nos espolea y acometemos soluciones desde una óptica equivocada.

    Siempre muchas gracias por tus interesantes opiniones.
    Un abrazo, amigo.

    Estamos en la Tierra para algo más necesario cósmicamente que comer y beber, poseer y presumir.

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    1. Muy cierto amigo Pedro algo más que sobrevivir, de lo contrario no sabríamos leer ni escribir ni conducir coches o aviones.
      Un abrazo

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  3. Me has jodido, Juan. Yo todavía no sé conducir aviones, y eso que ya tengo una edad como para haberme sacado el carnet de piloto.
    Es broma.
    Estamos atrapados en la Tierra (Semillas estelares. El desafío de ser humano - Claudia González de Vicenzo) y el único libre albedrío que tenemos es la atención, según leo en el libro. Así que no es momento para dormitar. ¡Obre els ulls, nena! que le decía su abuela a mi mujer.
    Me he ido del tema. Pero ya que estamos te diré que todos tenemos una misión en este mundo de acompañar, arreglar o mejorar las cosas.
    Se me olvidaba, este libro de Claudia y el siguiente que ha publicado este mismo año, son... no encuentro la palabra. Hay que leerlos.

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