ALGUNAS COSILLAS FRESCAS PARA MITIGAR SOFOCOS
DIÁLOGO FRONTERIZO
La era del pandemio, con el verano, se relajó un poco.
Al reclamo del turismo, tan económicamente imprescindible, los severos guardianes de la salud pública rebajaron la presión.
-¿El estamento sanitario?
-¿Pero qué dices?, ¡el Gobierno, hombre, el Gobierno!
¡Se nos permitía, consentía y concedía, tras un año
bochornoso, transitar por calles y descampados a cara descubierta! ¡Aleluya!
Para mi sorpresa, el 90% de mis convecinos no se debió
enterar y seguían enfundándose el pandemio hasta los ojos por todos los
espacios públicos, excepto las terrazas de los bares, como ya era habitual anteriormente.
Para no molestarlos, al moverme por las aceras sin
pandemio, procuraba esquivarlos pasándome a la calzada de los coches.
Un vecino, insólitamente observador, advirtió mis
maniobras y me paró para preguntarme:
-¿Temes contagiarnos a los demás y por eso te apartas de nosotros?
-No, no, -le contesté- os esquivo por prudencia, para evitar que me
contagiéis el miedo a mí.
EL POBRE VICENTE
Vicente, el valiente,
dos dedos de frente,
viendo de repente
virus maloliente
pensó el muy inconsciente
seguir la corriente
de la inmune gente
guapa y sonriente.
Y murió reciente
(¡vacuna indecente!)
por inconsistente
confianza ingente,
-fiel televidente-,
en los prepotentes.
Siendo un insurgente,
aún sería viviente,
sin perder un diente,
a la vera fuente
del tiempo clemente.
Culpa yo no siento
que aviséle a tiempo,
aunque sí lamento
tanto atontamiento
de quien no está atento
a lo que yo cuento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario