DISONANCIA
COGNITIVA
“Respeten para que les respeten”
A raíz de
ciertos encuentros familiares, cumpleaños por más señas, y de algún ataque de
intolerancia en Decatlón de Alicante por parte de una clienta, (“¡Súbase la
mascarilla”!), con una estúpida discusión posterior (que nos animó a mi
mujer y a mí a salir del establecimiento inmediatamente), he intentado
reflexionar sobre la DISONANCIA
COGNITIVA, a mi modesto entender, por supuesto.
Un EGREGOR
es un pensamiento o creencia que se arraiga en la mente colectiva poco a poco
hasta poseer una entidad energética propia, que lógicamente alimentan quienes
lo adoptan como cierto o real y arrastra a espíritus débiles.
El ser
humano busca, generalmente, SEGURIDAD como valor indiscutible que garantice su
vida, posesiones, futuro…
Un sistema
de creencias sólido suele atraer el pensamiento de muchas personas de forma
incondicional, sin importar que sea falso, (sectas, partidos
políticos, religiones...)
Sirva como
ejemplo la fe irracional de los Testigos de Jehová en su doctrina, que les
llevó a arrostrar cientos de años de cárcel por negativa al servicio militar en
la España franquista y los convierte en una comunidad casi cerrada y marginal.
Aunque sus
pronósticos sobre el fin del mundo fallen una y otra vez, (“¿qué le vamos a
hacer? Al final acertaremos”), su fe no se tambalea. Las mentiras de sus líderes
no les hacen mella, porque ¿en qué tendrían que creer entonces?, ¿cómo
reorganizarían su vida de nuevo?, ¿en torno a qué creencias inconmovibles se
realizarían mejor o sentirían a gusto?
De igual
modo, los adolescentes asimilan la moda, música, etc. de cada temporada para identificarse
con su generación sin sufrir críticas o burlas (más que probables) por parte de sus compañeros "a la última", tildándoles de "raritos".
Dice una de
las canciones de Paco Ibáñez: “No, a la gente no gusta que uno tenga su propia
fe”.
A estas
alturas del discurso, seguramente, todos estamos relacionando SEGURIDAD e INTEGRACIÓN
SOCIAL con pensamiento y conducta de REBAÑO.
Que nadie se me rasque las vestiduras, pero todas las tradiciones populares se asientan en cierta inclinación hacia el borreguismo de los cofrades participantes.
Las tradiciones son una especie de engrudo social que da sentido al discurrir comunitario. La afiliación personal a cualquier gremio conlleva, consecuentemente, el intento de asimilar a vecinos, familiares, amigos… con el objetivo de mejorar la persistencia del grupo.
Que conste
que no estoy criticando las Corridas de Toros, las Semanas Santas, los Moros y Cristianos, la Navidad, las Sardanas… En
todo ello hay una expresión popular, una identidad comunitaria y una forma de
relación social. Yo mismo he participado en todos esos eventos, de una u otra
manera, en diversas ocasiones.
Pero cuando
sacralizo e intento imponer mis gustos, creencias y tradiciones, sin respetar
la libre elección del otro, algo chirría y aparecen los problemas.
“Los toros
son la esencia de lo español y merecen todo el respeto y consideración de los auténticos
españoles” –esgrimen los partidarios de los toros, muy indignados, reivindicando las subvenciones municipales.
“Los toros son tortura animal, incultura y
atavismo. Se deben prohibir” –sentencian los opositores, más indignados aún.
En esta,
como en tantas otras cuestiones en que se implica el dinero público, sólo puedo
pedir que cada cual se pague sus diversiones y que el erario público atienda necesidades y mejoras sociales reales.
El respeto a
las creencias, opiniones y actividades, (que no agredan, avasallen y anulen a
los demás), es la forma de relación social más elemental.
¿Por qué,
entonces, la intolerancia hacia el disidente?
Porque el
disidente nos hace sentir INSEGUROS; porque nos saca del confortable estatus de
poseedores de la VERDAD que otorga el grupo; y porque nos enfrenta a la REALIDAD molesta e irreductible que contradice
nuestras creencias.
En algunos
casos concretos, he constatado que la confrontación de nuestro universo mental
con sus inherentes contradicciones, se elude por pura
pereza o conformismo.
Actitud
lamentable pero respetable… mientras no intentemos imponer a los demás nuestro
pensamiento acomodaticio.
¿Que te
quieres vacunar sin parar? ¿Que te quieres drogar hasta reventar? ¿Que quieres
fumar hasta enfermar?
Son conductas
para mí lamentables que he de respetar. La vida de los demás es responsabilidad
suya.
Lo que no
quita para que sienta la responsabilidad social de ser útil, aconsejar o ayudar
cuando se me solicita y dar mi opinión de forma honesta y sincera.
Curiosamente,
la intolerancia, que he constatado en algunos de mis interlocutores, era una
mezcla de indignación, argumentación gremial oficial=televisiva, y una
descalificación negacionista hacia mi insufrible punto de vista, (desvergonzado, irresponsable, paranoico, presuntuoso...)
Quien pierde
la calma también está perdiendo la ecuanimidad y deja de ser razonable.
Y, ¿qué conclusión positiva se me ocurre?
No veo más salida que procurar mantenernos
emocionalmente sobrios, comprensivos y respetuosos con cualquier oponente a
nuestro sistema de creencias o valores.
Reflexionar
o meditar libres de miedos y prejuicios sobre lo que nos aborda a diario de modo
contradictorio y confuso no es un lujo intelectual, es una necesidad para
mantener nuestro equilibrio mental y emocional.
Aceptar la
corrupción, las mentiras y mangoneos del poder político no es propio de
personas demócratas, pues supone renunciar a nuestro derecho a un gobierno honesto y
competente, a la verdad y a un futuro mejor para las generaciones venideras.
No podemos
permitirnos ser tragacionistas, debemos valorarnos mejor.
Hacerles el
juego a quienes nos tiranizan, aceptando el EGREGOR que han creado, (llamado “pandemia”),
nos convierte en borregos intolerantes cuando pretendemos que los demás pasen
por el mismo aro por el que hemos pasado o estamos pasando nosotros, ya sea por miedo, presión familiar, laboral o social o por puro borreguismo.
Como dice este escrito al principio: respetemos para que se nos respete y valorémonos para que se nos valore.
Oligarcas y tiranuelos ni nos valoran ni nos respetan.
No me interesan sus maquinaciones y mentiras, conmigo que no cuenten.
Por cierto disonancia cognitiva es pensar y defender como verdadero lo que nuestro yo interior, intuición o conciencia nos dice que es falso.
¿Tú qué opinas?
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