En esta ocasión ofrezco una parodia de la realidad, que a más de uno le "sonará" cercana.
EL CONCURSO
Tres amigos se reúnen, tras una cita dilatada en incontables mensajes electrónicos, para exponer su valía literaria.
Uno de ellos piensa en
actualizar algún tema histórico o legendario impactante. Otro, pretende recrear
una historia vivida en su niñez, ya lejana, con un giro fantástico. El tercero
asume su incapacidad para sorprender a sus colegas y decide ofrecer una
historia trivial, sin pretensiones, rayana en la pereza.
El relato conmociona por lo
incomprensible que resultan sus personajes y motivaciones. Sin embargo, se trata
de un caso real, que parte del alucinado y afeminado emperador romano, continúa
con el insólito devenir temporal de los barcos, y termina con una feliz
explicación que resume la desconcertante historia.
Espoleado por un desmedido
prurito creativo, el curtido escritor se atreve a relatar en primera persona
una relación directa con Satanás, que le desvirga sodomizándole, mientras le
canta rancheras al oído y le promete el premio Cervantes del 2017.
Todo parece funcionar, excepto
la conexión al router del nuevo decodificador televisivo. Asume que las ofertas tienen sus limitaciones y que, en este caso, no incluyen un
técnico instalador.
Al realizar él mismo la instalación,
descubre que necesita un cable de al menos 30 metros para llegar desde el
decodificador, situado bajo el televisor, hasta el router, que se encuentra
sobre la torre del ordenador en la otra ala del piso. El cable que le han
proporcionado tiene dos metros.
Por otra parte, un aparato
wi-fi que recoja la señal del router y permita la conexión inalámbrica, está
totalmente desaconsejado: “se irá perdiendo la señal poco a poco”, “te cobrarán
un incremento de tarifa”, “te afectarán
las ondas electromagnéticas…”
Mientras nuestro tercer literato sufre con el jodido contratiempo, intenta conectarse en Internet con sus colegas, pero una furibunda plaga de anuncios y pantallas indeseables le cierra el paso.
Imposible seguir así. Cuando por fin logra acceder a los
correos, la opción “redactar” se declara en huelga radical.
Borra enfadado, vengativo, el
antivirus gratuito al que acaba de convertir en chivo expiatorio. Le atribuye
todos los desastres que sufre basándose en la fastidiosa agresividad con que le
recuerda diariamente la necesidad de actualización aportando 20 €.
Finalmente, al realizar la
desinstalación marca una x en la casilla del test que le pregunta su grado de
satisfacción: “mierda puta”.
Vuelve a los correos y tras numerosos intentos, desquiciado, accede al mensaje de la bruja Laetizia, que le jura y perjura desde hace meses, que si confía en ella, (pasando por caja), le proporcionará un número infalible para obtener un premio de un millón de euros.
Alega dicha bruja haber tenido una revelación de la veleidosa fortuna merodeando al incrédulo escritor y bien dispuesta a revertir de golpe los infortunios y sufrimientos de la vida de éste.
Nuestro acorralado tercer literato no aguanta más y está a punto de estallar, cuando su mujer le llama desde el cuarto de baño:
-Pere, toca ducha. Dentro de veinte minutos salimos a comer a casa de tus
suegros. Mi padre ha vuelto a cocinarnos la paella de marisco que tanto te gusta.
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