Revisando viejos escritos encontré este artículo, que publicamos en una revista de nuestro club de barrio parroquial en 1974.
Está desfasado, evidentemente, pero muestra las preocupaciones ecologistas de aquella década, que aún no han sido superadas.
Su actual vigencia nos revela cómo la humanidad se va insensibilizando a los desastres y desmanes del Poder, distraída con la fantástica propaganda televisiva y los juguetes, ya imprescindibles, de móviles y videoconsolas.
EL HOMBRE, CÁNCER DE LA BIOSFERA
“Debido al alto grado de contaminación química del
mediterráneo, en el año 1976 se restringirá el baño en sus costas”.
“Se recomienda no comer crudo el pescado de dicho mar”. Ministerio de higiene español
¿Se nos prohibirá su consumo completamente algún
día?
Por su origen, el hombre está adaptado
fisiológica y genéticamente a la sabana tropical. Tal vez por ello, en nuestras
superpobladas junglas de asfalto, tratamos de remedar el ambiente natural
manteniendo cálidos nuestros hogares, cuidando plantas y procurándonos animales
de compañía.
Es evidente que hemos cambiado no sólo el
hábitat de nuestras ciudades sino también el de los ecosistemas que nos rodean.
Hasta hoy, esos cambios se han ido produciendo de manera paulatina, pero ahora
el medio ambiente se degrada de forma acelerada. Podríamos decir que, exceptuando
a las comunidades primitivas, las sociedades “desarrolladas” alteramos cada vez
más ostensiblemente el orden natural.
Las nuevas sustancias introducidas por el
hombre en la biosfera apenas se reciclan, ya que la concentración de gases,
plásticos, insecticidas… aumenta cada día ante el desinterés por controlar su
uso y buscar alternativas.
En las grandes ciudades, los gases de efecto
invernadero, CO2 principalmente, alcanzan niveles de “esmog” cada
vez mayores. Estos gases son irrefutablemente nocivos para la salud por encima
de las 350 partes por millón, (hoy día tenemos ya 415 partes por millón).
La flora y la fauna sufren la desaparición
de especies diariamente. Residuos químicos, plásticos y detergentes contaminan
peligrosamente mares, ríos y otros acuíferos.
El problema radica, principalmente, en la
superpoblación y en el modo de vida consumista. No sólo exprimimos al máximo
los recursos naturales de la biosfera sino también los minerales del subsuelo.
Utilizamos grandes cantidades de energía no metabólica para calentarnos y
desplazarnos. El transporte industrial por toda la superficie del planeta, más el
turístico (aviones sobre todo) y el privado, están agotando las reservas
petrolíferas y aumentando la polución atmosférica incesantemente.
Nuestra condición biológica precisa de un
gasto mínimo de energía. Nuestra condición cultural es diez veces superior a la
que supone nuestra alimentación. EE.UU.,
con 200 millones de habitantes, consume el doble de energía que la India con
520 millones.
Las energías limpias: solar, hidráulica,
eólica… apenas aportan una pequeña cantidad de energía eléctrica frente a la
derivada del carbón, el petróleo y la de las centrales nucleares, -cuya energía radiactiva es la más peligrosa y contaminante-.
Nuestra especie se ha multiplicado sin control por toda la piel de la Tierra.
Estamos acabando con las reservas
energéticas fósiles y alterando el equilibrio de la biosfera, constantemente,
en multitud de puntos críticos. Como un cáncer irreparable.
Y sin embargo amigo Pedro, el campo y los pueblos se quedan vacíos. La gente se apiña en las ciudades alrededor de servicios públicos, la escuela, los mercados y el trabajo.
ResponderEliminarLa economía ha transformado la sociedad natural de pueblos y ciudades a través del consumo y la creación artificial de la demanda.
La España vaciada es una realidad, que nadie sabe como revertir cuando nos atropella la contaminación y la pandemia.
Un abrazo.
Juan Martín
Supongo que la dureza de la vida campesina de la postguerra, impulsó a buscar mejores oportunidades a nuestra generación, a través del estudio y los empleos mejor remunerados de las ciudades.
ResponderEliminarDeberían revisar la actual situación las nuevas generaciones y revitalizar el campo.
En la novela "Los asquerosos" de Santiago Lorenzo, se plantea ese tema, explayándose el autor en las bondades de la vida rural.
Un abrazo, Juan.