ENSAYO FILOSÓFICO
CATASTRÓFICAMENTE INCOHERENTE
Los detalles
disociados entre la mentalidad propia y la ajena me incitan a pergeñar una
explicación razonable de mi punto de vista.
Una mayoría de
ciudadanos CONFÍA decididamente en los representantes del Estado, que crean
leyes, imponen decretos y proclaman a bombo y platillo su inequívoca determinación hacia el BIEN
COMÚN.
Una minoría
de ciudadanos DESCONFÍA con cada vez mayor contundencia de dichos
representantes. Arrastran estos pobres ciudadanos una triste memoria de abusos del poder franquista
y de desmanes y corruptelas asentadas en flagrantes impunidades de la dudosa
democracia, a la que muchos autores designan directamente partidocracia.
La creencia
en el PADRASTRO ESTADO, no se me ocurre otra explicación, proviene de la
inseguridad e indefensión del individuo que se sabe dependiente del sistema
burocrático y del mercado laboral y social. Los marginados del Sistema nos
refuerzan la idea de lo poco conveniente que puede resultar intentar la
independencia personal del Sistema imperante.
El estado
actual de consumo ilimitado, (si poseemos reserva de divisas suficiente), y la
estabilidad de la clase media, junto a las migajas para las clases sociales más
desfavorecidas, propician una supervivencia general aceptable que no cuestiona
adecuadamente las astronómicas desigualdades económicas y sociales.
Dichas
desigualdades crecientes, apuntaladas por las habituales prácticas mafiosas
corruptas de los dirigentes políticos y por la evasión de impuestos a paraísos
fiscales de las clases más favorecidas, (banqueros, empresarios, políticos y
artistas como el rey emérito…), propician cuantas crisis nos quieran imponer
las oligarquías financieras.
Pero, ¿cómo
reconducir a la BESTIA del dinero y sus acólitos corruptos y mafiosos hacia un
sistema progresivamente igualitario, si ellos mismos dirigen y/o controlan
todos los poderes del Estado en sentido contrario?
Los
poderosos con mayúscula sólo se aman a sí mismos y su poder; sólo trabajan para
asegurar su posición privilegiada y, como ya explicó un pensador de otra época,
prefieren que reviente el mundo y perezca la Humanidad entera antes que bajarse
del burro.
La era
digital de las telecomunicaciones, sostenidas por numerosos satélites
artificiales, favorece el control global de los individuos. Eso es fabuloso
para quienes pueden hacer negocios, imponiendo tendencias comerciales, anulando
competencias indeseadas, manipulando a políticos y otros funcionarios y
asegurándose el crecimiento continuado de sus riquezas y poder.
El que lo
tiene casi todo ya no piensa en otra cosa que conseguirlo todo; “ya que
estamos, ¿por qué menos?”
La idea es
buena, pero precisa de una alianza con otros poderosos para controlar un mundo
con 7.000 millones de personas. Y en eso están. Se asocian en trusts
maquiavélicos que dominan el mercado farmacéutico, las deudas de los países “soberanos”
(ja), organizaciones de todo tipo, como ONGs, la OMS, los mercados de valores,
etc.
Las
primicias ya no son una vacunación global con grafeno incluido, entre otras
sustancias muy peligrosas, que permite la manipulación emocional y mental
mediante fuentes de energía externa como el electromagnetismo, sino que se nos está
proponiendo saltar a un nuevo sistema informático, Windows 11, que asume el
control total de cada ordenador personal con la excusa de ofrecer seguridad
absoluta.
Pero si
pueden borrar programas, archivos, (incluso de unidades externas), impedir el
intercambio de correos y bloquear o desconectar tu ordenador cuando les
convenga a los dueños de Microsoft ¿te puedes sentir seguro?
La contradicción
creciente entre derechos ciudadanos, que (¡alabado sea el Señor!) el Tribunal Constitucional
ha ratificado frente al intervencionismo absolutista del Gobierno Central y los
Gobiernos de Taifas con sus medidas antidemocráticas, sigue vigente
desgraciadamente.
Todas las
medidas impuestas a la ciudadanía han carecido de debate, investigación y una
argumentación mínima. Para evitar la oposición ciudadana lógica a las medidas abusivas
de los Gobiernos, éstos han impuesto el Pensamiento Único, el comité de
expertos invisible, las medidas sanitarias anti producentes y la oportuna prohibición de las autopsias, el alarmismo exacerbado
desde los medios de domestificación y las campañas vomitivas del pandemio y la
vacunación más perversa de la historia, sin olvidar los confinamientos.
Hablaba al
principio de este artículo de los creyentes del sistema y los disidentes.
Tenemos
libertad de elección pero asumiendo las consecuencias. Y si nuestra elección es
vivir atemorizados, engañados y ninguneados ¿conseguiremos al menos la ansiada supervivencia?
Pedro he tenido que releer dos veces el escrito. El panorama que describes se corresponde con el título de "ensayo catastrófico".
ResponderEliminarEn mi opinión, describes la sociedad humana solo como un conjunto de seres irresponsables, que se manifiestan perniciosos a la hora de ejercer cualquier responsabilidad pública o privada. Generando daños de todo tipo al resto de la población indefensa.
Pienso amigo Pedro que no estamos tan indefensos, miras solo lo negativo, en todas las épocas se han pasado calamidades y desastres de todo tipo. Y personas honestas han existido siempre, demostrando valor, entrega y buen hacer.
Permíteme una opinión, creo que hemos de reducir el campo de análisis a nuestro ámbito para no sufrir en exceso, y ver en lo que podemos ayudar desde nuestra posición en el trabajo, la familia, o la comunidad.
Encantado de leerte como siempre, recibe un cordial abrazo.
Gracias, Juan.
ResponderEliminarTe contesto con el nuevo artículo que edito hoy mismo.
Demasiada tranquilidad frente a la tormenta no es lo más aconsejable en la marinería.
Si te sirve de consuelo, mi punto de vista catastrófico tiene ribetes de relatividad y el futuro lo temo pero a la vez lo desconozco.
Un abrazo, amigo.