EL
TREN HOMICIDA DE LOS SUICIDAS INCONSCIENTES
Un tren
atestado de pasajeros surca espacios y tiempos velozmente, alejándose de una
plaga mortífera.
No responde
a las señales de prudencia y control que encuentra a su paso.
En vez de
considerar los riesgos, que asume innecesariamente, acelera y crea nuevas
medidas sanitarias para los pasajeros, medidas que afectan tanto a personas muy
mayores como a infantes y embarazadas.
Sus
conductores, a través de un circuito cerrado de televisión, insisten en que
todo va bien, en que se está haciendo lo correcto y en que no hay que
preocuparse de otra cosa que observar las medidas científicas que se vienen
imponiendo por el bien común.
Cierto
personal del tren se ocupa de lanzar de noche, al exterior, las víctimas del
confinamiento y de las medidas sanitarias en marcha contra la plaga, evitando así
molestos requerimientos y dudas razonables que podrían cuestionar el desesperado
viaje.
Pero las
dudas aparecen, los inconformistas piden explicaciones y hasta pequeños conatos
subversivos se manifiestan, proponiendo debatir beneficios y riesgos del viaje,
e incluso detener prudencialmente el tren.
La política
de los conductores del tren es negarse rotundamente a revisar sus medidas de
fuga descontrolada y temeraria.
Y, como
cuentan con grandes recursos, organizan grupos que neutralicen las opiniones
adversas a su plan. Salen a escena los desmentidores y voceros de su propaganda
televisiva alegando que, fuera de la verdad única e infalible de los
conductores, todos son bulos y conspiraciones intolerables contra la salud
colectiva.
Entre los
pasajeros, un pequeño grupo investiga tanto la plaga pandémica como las medidas
en curso para combatirla, el extraño y frívolo comportamiento de los
conductores y el incomprensible seguidismo de los pasajeros.
En su
opinión la plaga no es tan alarmante como fue presentada en un principio. Los
muertos son proporcionalmente insignificantes frente a otras enfermedades
víricas, cánceres, suicidios e infartos, que se han incrementado con las nuevas
medidas sanitarias.
Por otra parte, les parecía incomprensible que los conductores no atendieran a los hechos flagrantes que evidenciaban sus errores y contradicciones.
Muy al contrario, parecían ciegos, sordos y mudos a las denuncias,
requerimientos, y serias advertencias sobre la realidad. Sólo atendían sus
propios recuentos partidistas y sus terribles medidas contra natura.
Respecto al
seguidismo acomodaticio de la mayor parte de los pasajeros, los investigadores concluyeron
que una operación de lavado de cerebro, que incluía la sugestión hipnótica de
creer exclusivamente los mensajes propagandísticos de los conductores y
rechazar los alternativos, estaba siendo llevada a cabo con mensajes
subliminares.
Los
pasajeros estaban convencidos de razonar y tomar sus decisiones libremente sin
sospechar siquiera la manipulación mental y emocional de la que eran víctimas.
No obstante,
los pasajeros no podían evitar que el doble pensar les creará inseguridad y
miedos añadidos, ya que lo que “opinaban” sobre la situación en que se hallaban
inmersos no acababa de cuadrar con la realidad que vivían y se iba transmitiendo
casi en secreto, para evitar la censura ominosa de los conductores y sus veladas amenazas.
Los
investigadores concluyeron que el viaje, desde su origen a su probable destino,
no perseguía la salvación de los pasajeros sino su reducción subrepticia mediante
mentiras; medidas de control tecnológicas y electromagnéticas; y substancias esterilizadoras y productoras de
coagulación sanguínea, con las que envenenaban las supuestas vacunas, alimentos
y el aire de los vagones.
Sólo los más
fuertes, genética y energéticamente bien dotados, llegarían al reino robótico y
sin libertades personales que esperaba al tren en el término del macabro viaje.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMuy bien novelado. siempre me ha gustado mucho como escribes, ya lo sabes, aunque en este caso no comparta tu opinión al respecto. Cuál será la verdad?. Un beso
ResponderEliminarLa verdad será, por fin, revelada al término del viaje.
ResponderEliminarPermanezcan en sus asientos sin quitarse las mascarillas.
Una azafata pasará a proporcionarles la tercera dosis en breves momentos.
Aguanten, por favor, sin quejarse, los efectos secundarios, que serán un poco más molestos y variados que en la anterior inyección de la vacuna salvadora y madre nuestra.
Hasta una nueva emisión con los mensajes de la autoridad incompetente, gracias por su atención.