LA CODORNIZ 2023
Me dirijo exclusiva e
inclusivamente a la gente lectora de mis escritos. A ti, especialmente, que no
te empachan ni perturban mis excéntricas ocurrencias. No hace falta que frunzas
las cejas y me vengas con un “¡Ay, Dios!” o un “¡Hay Dios!” y mucho menos con un
“¡Ahí Dios, cómo duele!”
No te mareo más y voy al meollo de este asunto:
¡Ya está bien de chistes guasones, de "je je", "ji
ji", "ju ju", "jo jo" y "ja ja"!
Voy a inaugurar aquí y ahora, o
donde se me solicite con las oportunas referencias, el chiste serio.
No te rías, por favor, esto va muy en
serio: ya no me queda reputación que tirar por la borda.
-¿Pero, este tío de qué va?, ¿está
pirado o se ha tomado algo poco recomendable?
Por aclarar las cosas y demostrar
que lo serio no está reñido con la transparencia, confesaré que me acabo de
introducir por vía bucal una mandarina ecológica, nada más.
“¿Qué es un chiste serio?” os
estaréis preguntando.
No lo sé, pero ya es casualidad
que hayamos coincidido en preguntarnos lo mismo.
Supongo que estamos al comienzo de
una investigación meridianamente trascendente y deberíamos seguir meditando en ello sin
reírnos por reír, o en este caso, por no llorar.
Como colofón a este mal momento que estamos viviendo por causa del tema tan lamentable de mis elucubraciones, -a falta de algo mejor que hacer-, me aventuro con este chiste
serio:
“Tengo tan poca gracia, que al
entierro de mis chistes sólo voy yo, y por puro compromiso”.
-¡Tonto el que se ría! ¡Esto es un
atraco, macaco! ¿Alguien sabe un chiste decente? ¿Y por qué se titula esta caca
La Codorniz? ¿Cómo te atreves a publicar semejante bodrio? ¡Tú no estás bien,
tío!
(Soy un incomprendido y quiero un
abogado cachondo y sin escrúpulos, urgentemente, aunque dudo que mi caso tenga
posible solución).
¡Venga, va, que todo era una broma para pasar el rato! ¡En serio, sólo una broma! ¡Cómo sois, no es para tanto! ¿Pero, a dónde os vais ahora?
Mi joven amigo Matías me acaba de contar
un chiste decente, compadecido de mi indigencia:
"-En este experimento vais a ver qué
sucede cuando llamo a mi araña.
(La araña acude a la señal).
-Le arrancaré cuatro patas y comprobaremos
que la araña sigue obedeciendo a mi reclamo.
(Con algunas dificultades la araña acude
sin dudar a la señal).
-Ahora le dejaré una sola pata y
observaremos que no duda en acudir a mi llamada.
(Penosamente la araña se arrastra como
puede hasta su domesticador).
-Lo más difícil del experimento se produce
al arrancarle la última pata.
(La araña permanece inmóvil pese a la
enérgica llamada).
-Es evidente que, al perder todas
sus patas, la araña se vuelve completamente sorda".
No hay comentarios:
Publicar un comentario